miércoles, 10 de noviembre de 2010

Reconociendo nuestro valor en la vida


Por Natalie Torres Cárdenas
¿Por qué pensar que no hay razones para vivir? ¿Por qué llegar a tal punto de pensar que no somos útiles y que el mundo no nos necesita? Por un tiempo siempre pensábamos que la vida de verdad está a punto de comenzar, pero siempre hay un obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda por pagar. Cuando nos enfrentamos a diversas situaciones en la vida, es allí cuando conocemos nuestra capacidad de resolver problemas. Desde antes de nacer Dios nos planeo propósitos y nuestra llegada al mundo no es casualidad pues El pensó en nosotros y nos amo desde mucho antes de nuestra existencia. Y de acuerdo con esto vamos creciendo con el anhelo de alcanzar la felicidad y es allí donde van apareciendo nuestros propios sueños y metas, y empezarnos a formarnos como personas pues ya sabes que tenemos que hacer, obrar y aprender para alcanzar lo que nos hemos propuesto. Pero lastimosamente hay metas que dejan de ser metas al convertirse en una obsesión y ya se utilizan medios dañinos para alcanzar ese fin. En medio de ese transcurrir se presentan obstáculos, virtudes, enseñanzas y experiencias que le dan un verdadero sentido a la vida, porque es allí en ese camino donde demostramos nuestra fortaleza e inteligencia. Y en el transcurrir de ese camino es donde descubrimos las verdaderas razones para vivir, empezamos a aprender de los errores pero muchas veces nos estancamos y llegamos a pensar que la mala suerte está sobre nosotros y nuestras ganas de salir adelante se van quedado cada vez con menos deseos de cumplir las metas. Al ver que todo nos sale mal nos olvidamos que hay un Dios pendiente de nosotros, que sabe nuestro futuro y está esperando a que nosotros nos entreguemos por completo a ser felices, ya que la felicidad no es un valor…la felicidad es un estilo de vida. La pregunta por el sentido de la vida no suele plantearse mientras todo va bien, sino precisamente en esos momentos en los cuales nuestras ilusiones quedan en el piso, y que las cosas no salen conforme a lo que de verdad queríamos. Y es que muchas veces la realidad es dura y se empeña en quitarnos la razón y en darnos disgustos, problemas y dificultades que nos cansan, nos abaten e incluso nos quitan la ilusión de seguir luchando. Concluyendo, la experiencia del fracaso, algo que no podemos evitar, es la que nos plantea la pregunta por el sentido de nuestros esfuerzos, de nuestros trabajos, y en definitiva de nuestra vida. Así es como surge la pregunta ¿Por qué vivir si algún día vamos a morir?
Lo que el hombre necesita para encontrar sentido a su vida es tener una justificación para sus esfuerzos, es decir, disponer de un objetivo y un fin claros, a cuya consecución se dedica la tarea de vivir y de llenar un día y otro de trabajo. Cuando se tienen objetivos claros para la propia vida, los esfuerzos se ven como parte del camino que hay que recorrer para alcanzarlos, y por tanto luchar tiene entonces un sentido muy claro: llegar a donde queremos.



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