sábado, 7 de noviembre de 2009

¿CÓMO PUEDO VIVIR UNA VIDA FELIZ, REALIZADA?
Mónica Rueda Álvarez
La verdadera felicidad está basada en aquella acción que hace el hombre, gracias a la cual tiene una personalidad hecha, sólida, firme, con sello propio, con la cual se siente identificado, a gusto, satisfecho, tranquilo, en paz interior. Esta es la puerta inicial de entrada para la felicidad. Por ende, la felicidad auténtica siempre es independiente de las condiciones externas, ésta sólo puede ser hallada en nuestro interior, basándose sobre todo en nuestra voluntad, nuestras ideas acerca de los acontecimientos en los que nos vemos involucrados, y el uso que hacemos de nuestras ideas.
El protagonismo principal en la vida lo ejerce la fortaleza, la fuerza del espíritu, que sólo se adquiere a través de la lucha. Se siente feliz aquella persona ocupada en desarrollar esa inclinación natural, esforzándose por llenar su vida de contenido, superando todas las dificultades que irán surgiendo con el tiempo en el intento de conseguir su fin. Es imprescindible el ejercicio de una voluntad constante, pues en el orden humano nada grande se puede conseguir si no es a través de un trabajo constante y disciplinado. Pero ante todo, hay que tener presente que el deber refiere a que la 'buena voluntad', bajo ciertas limitaciones, no puede manifestarse por sí sola, pues aunque somos una pieza esencial del rompecabezas de la humanidad, cada uno es parte de una comunidad humana, en donde debemos reconocer nuestras relaciones naturales con los demás. Cuando reconozcamos nuestras relaciones con los demás, y, al hacerlo, identifiquemos nuestros deberes, nos ubicaremos adecuadamente dentro del esquema universal. Nuestros deberes surgen naturalmente de relaciones tan fundamentales como la familia, el vecindario, el lugar de trabajo o nuestra nación. Desarrollemos el hábito de considerar nuestros papeles -como padres, hijos, vecinos, ciudadanos, dirigentes, etc.- y las obligaciones naturales que se desprenden de ellos. Una vez sepamos quiénes somos y con quiénes estamos vinculados, sabremos qué hacer.
La mayor parte de la gente tiende a engañarse al pensar que la libertad consiste en hacer lo que le agrada o lo que propicia su comodidad y bienestar. La verdad es que quienes subordinan la razón a los sentimientos del momento son realmente esclavos de sus deseos y aversiones, y están mal preparados para actuar de manera noble y eficaz cuando se presentan retos imprevistos, como siempre ocurre. La auténtica libertad exige mucho de nosotros. Al descubrir y comprender nuestras relaciones fundamentales con los demás, y cumplir con celo nuestros deberes, la verdadera felicidad, anhelada por todos, es realmente posible.

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